La globalización del diseño

D.I. Alvaro Rioseco

Designer

Como primera cosa quiero agradecer a los organizadores de este evento por la posibilidad que le dan a un simple diseñador como yo, de poder ser escuchado y compartir con ustedes cual es mi visión acerca del apasionante universo del diseño.

Esta es mi primera ponencia internacional y voy a abordarla desde la perspectiva que conozco y no tratando de elaborar hipótesis ni dar recetas, solamente quiero que conozcan mis impresiones respecto al diario vivir de un diseñador en Chile.

El tema que nos convoca es sumamente relevante y probablemente este seminario sea insuficiente para debatir si el tema de identidad y diversidad puede ser desarrollado en el ámbito del diseño y no ser avasallado por la gigantesca ola globalizadora.

Mientras hacía este discurso recordé unas preguntas de una entrevista que di a una revista italiana, y específicamente en una de ellas se me preguntaba “¿de qué manera Sudamérica influenciaba mi método de diseño?”. Contesté, alegremente, que mientras redactaba podía apreciar objetos que usualmente me rodeaban, como una lata de Coca Cola, mi cajetilla de Luckie’s, mi Ronson, mi Nokia y una copia del libro “Funky Bussiness” en español. No puse sin embargo, y para no sonar demasiado “influenciado”, las revistas de diseño español e italiano que estaban en mi repisa, ni el par de sillones “Wassily” que decoraban mi oficina. Me reí un rato pensando que talvez no soy el más indicado para estar en este lugar, y luego pensé en todos los diseñadores que conozco y la manera en que estos viven el diseño, en que se basan, cual es su respuesta formal a los requerimientos que se les formulan día tras día y si en algún momento piensan que son Latinoamericanos.

Es difícil decir si se puede hacer un diseño apropiado para un pueblo tan diverso como este. Más aún, si gran parte de los productos que consumimos vienen de los países de oriente, de EE.UU. o de Europa. La estética incorporada en ellos trasciende en nuestra cotidianeidad y crea referentes visuales, y funcionales, sumamente fuertes de los cuales es difícil abstraerse.

En el caso particular de Chile, la economía abierta de los últimos gobiernos ha acentuado aún más este efecto. Los diferentes tratados de libre de comercio que se han firmado en el último tiempo no hacen mucho para ayudar a crear una identidad local.

Sin embargo, y como nunca todo es tan malo, tenemos la opción de aprovechar las ventajas de poder conseguir alguien en el mundo que pueda hacer realidad lo que proyectamos. La globalización ha permitido que podamos tener acceso a nuevas tecnologías, a responder rápidamente, a diseñar, no sólo pensando en un mercado local sinó que para una mayor cantidad de usuarios en lugares antes sumamente difíciles de acceder para un industrial latinoamericano. Hasta el empresario más pequeño tiene ganas de poder ver sus productos en alguna vitrina fuera de su propio país y siento que esta aventura debería ser nuestro norte.

La experiencia de mi desarrollo como diseñador está marcada fuertemente en este espacio. Las diferentes puertas y ventanas que hace un tiempo empezaron a abrirse para los industriales en mi país permitieron que pudiera ser parte, y actor, de este proceso de apertura a los mercados externos.

Trabajé durante 8 años como jefe de desarrollo de productos, en una antigua empresa, líder en el mercado chileno de utensilios de cocina. Por cosas del destino, esta empresa cambió de manos y llegó a ser gerenciada por un ingeniero comercial que, en algún momento de su juventud, cursó un par de años de diseño industrial. Esto hizo que una nueva óptica abordara el tema de la competitividad y el desarrollo. Paralelamente y no conformes con tener una línea de productos con carácter e identidades propias, esta empresa además puso mucho esfuerzo y recursos en internacionalizarse creando subsidiarias en las principales capitales latinoamericanas a través de las cuales se distribuirían estos nuevos diseños.

Obviamente, el trabajo de diseño ya no estaba destinado a un mercado local, sino que ahora la cuestión era como poder satisfacer diferentes culturas con una línea homogénea, atractiva e invirtiendo lo menos posible. Era inviable pensar en desarrollar una línea de productos para cada una de las filiales, por lo que se decidió hacer colaborativa la toma de decisiones, para poder llegar con productos que pudieran ser acogidos por los consumidores, independientemente del país en cual se comercializaran. Esto hizo que el lenguaje se simplificara y que, de alguna manera, las pautas de diseño se tornaran hacia la estética europea, principal referencia existente en el mercado. De alguna manera hemos adquirido estos conocimientos por la proximidad.

En fin, en el proceso de desarrollo de la línea de productos que comentaba recién, se recibieron ideas de todos los asociados sobre cómo debiese ser esta nueva apuesta. Se conceptualizaron y bosquejaron ideas de diseño tomando en cuenta estos comentarios y luego se enviaron muestras para ser testeadas en cada país. Una vez completa esta etapa, se pasó a dar forma final a los elementos y comenzó la búsqueda de proveedores. La mano de obra y los materiales son caros en Chile y esto hacía que los productos no fueran competitivos, por lo que se estableció una filial en Hong-Kong que diera con él o los proveedores adecuados para este trabajo. Es duro decirlo, pero un producto diseñado en Chile, fabricado en China y puesto de vuelta en Chile con su envase y en cajas listas para despachar al cliente, resulta más económico que hacer el mismo elemento sin salir del país. Y más encima con una calidad que supera las expectativas.

Este es un proceso por el cual todo diseñador en algún momento de la vida debería pasar. Es reconfortante saber que los elementos diseñados forman parte de muchos hogares, pero es mucho más importante saber que uno puede crear productos que sean económicamente exitosos, que dan imagen a un cliente, que crean respeto y fidelidad en un consumidor y que pueden ayudar al posicionamiento global de una empresa. Y mejor aún es cuando uno ve que otras empresas toman tus parámetros de diseño para crear los suyos propios.

Ser diseñador tiene que ver, no solamente, con el desarrollo de nuevos productos que puedan “leer” al consumidor cercano, sinó también al poder ser capaces de configurar líneas de productos, sistemas productivos, logísticos y estratégicos que permitan acercarse flexiblemente a diferentes calidades, usos y costumbres de un consumidor que hace un buen rato dejó de ser lejano, simple y desinformado. Es tarea importante hacer que el diseño se pueda adaptar a los nuevos y cambiantes escenarios. A que en cada etapa del desarrollo de nuevos productos el concepto de un diseño global esté presente facilitando la gestión de negocios, permitiéndole a los empresarios poder disponer de productos fácilmente configurables a cada mercado en particular. Un producto puede ser diseñado en cualquier lugar, fabricado en cualquier otro y vendido en un tercero pero siempre debe ser capaz de someterse al usuario final. Él es el que decide si el producto cumple con las condiciones que necesita y la empresa debe estar siempre al tanto de sus requerimientos. La buena lectura de esta respuesta, y su posterior aplicación a los nuevos productos, crea lealtad.